La energía solar fotovoltaica utiliza la radicación solar para producir electricidad. Se basa en el denominado efecto fotoeléctrico en el cual determinados materiales son capaces de absorber fotones, es decir, las partículas lumínicas, y liberar electrones generando así una corriente eléctrica continúa. Por ello las placas solares absorben parte de la luz incidente y la mayoría de las placas pueden llegar a retener o reflejar una parte importante de esta energía lumínica del sol que no alcanzaría a la tierra y por ello a la vegetación que pudiera encontrarse bajo estas. Pero jugando con la altura de las placas, la transparencia de las mismas y la distancia entre las mismas, pues siempre se dejan pasillos para evitar que se hagan sombras entre ellas a determinadas horas, se puede modular la llegada de cierta cantidad de luz que puede permitir cierto desarrollo de la vegetación bajo las placas. El diseño con orientación al aprovechamiento agrovoltaico de un parque fotovoltaico permitirá la posibilidad de realizar trabajos culturales bajo las placas facilitando unos anchos adecuados para el cultivo al mismo tiempo que al modular la luz se buscará permitir la entrada de la necesaria para garantizar el desarrollo de ciertos cultivos. La compatibilidad de ambos aprovechamientos es más sencilla en ambientes como el mediterráneo con veranos que se alargan cada vez más en el tiempo y donde muchas plantas pueden encontrar refugio frente al importante estrés hídrico y la fuerte insolación que reciben principalmente en el estío. Actualmente muchos proyectos han corroborado la posibilidad de combinar con éxito ambos aprovechamientos reduciendo al máximo los descensos de la productividad agraria e incrementando la productividad total de los terrenos por este doble uso. Incluso hay cultivos que se pueden ver favorecidos por un adecuado y planificado desarrollo agrovoltaico incrementando su productividad.