La agrovoltaica consiste en instalar, en terrenos de aprovechamiento agrícola y/o ganadero, paneles fotovoltaicos de tal forma que se pueda compatibilizar este aprovechamiento energético con actividades agrícolas, forestales y/o ganaderas. Se pretende dotar a estos espacios de una doble o triple funcionalidad: generar energía renovable, limpia y ecológica, a la vez que se lleva a cabo una cierta producción agrícola y/o ganadera y/o se favorece a la fauna y flora natural del territorio.
Esta práctica nace para combatir una de las principales razones de un creciente rechazo social frente al desarrollo de la energía fotovoltaica, sobre todo en el mundo rural, que está causada por la pérdida de terreno de uso agrícola que supone un desarrollo solar tradicional, a ello hay que unir el impacto en el paisaje.
La práctica agrovoltaica surge como una solución que aborda desafíos cruciales como: la competencia por el uso del suelo, la necesidad de generar energía sostenible sin amenazar la seguridad alimentaria. Además, esto se puede conseguir sin descuidar el desarrollo de las comunidades rurales pues genera unas mayores y más diversificadas rentas y, lo que es más importante, puede ayudar a establecer más población. La agrovoltaica crea nuevos modos de aprovechamiento agrario que tienen una mayor capacidad de generar empleo como son los cultivos de frutos rojos, los de plantas medicinales y aromáticas, la producción de hortícolas o el desarrollo de productos ganaderos con alto valor añadido, entre otras posibilidades.